Las abejas recolectan el néctar de las flores y lo almacenan en su buche de miel.

Se trata de un estómago especial que sólo tienen las abejas. Aquí añaden enzimas de su propio cuerpo para descomponer los azúcares del néctar. El néctar tiene azúcares de cadena larga que son difíciles de digerir para el cuerpo. Una vez que la abeja pecoreadora ha regresado a la colmena, regurgita el néctar y se lo da a otra abeja obrera.

La segunda abeja vuelve a añadir enzimas y almacena el néctar en una celda. En este punto, el néctar todavía contiene hasta un 80% de agua y muchos azúcares de cadena larga.

Pero las abejas saben cómo convertir el néctar en miel.

En el transcurso de los próximos días y semanas, las abejas obreras reducirán el contenido de agua y añadirán repetidamente enzimas. ¿Cómo? Llevan el néctar almacenado de una celda a su intestino de miel. Luego lo transportan a otra celda y ventilan las celdas abiertas. Al cabo de un tiempo, todos los azúcares se descomponen en cadenas simples, principalmente glucosa y fructosa, y el contenido de agua desciende por debajo del 18%.

Esa es la magia de la miel. Las enzimas permanecen activas en la miel incluso cuando la compras en un tarro. Pero son sensibles al calor y a la luz. Así que, por favor, no sobre calientes tu preciada miel y guárdala siempre en el armario. ¡Que la disfrutes!

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