Estuve de vacaciones las dos últimas semanas. Tuve que hacerlo, porque desde el pasado mes de octubre he estado trabajando todo el tiempo. Tener mi propia empresa es un verdadero reto. Por un lado, me gusta mucho y voy creciendo poco a poco, pero por otro lado, es difícil desconectar porque siempre hay algo más que hacer. Cualquiera que haya tenido un proyecto propio puede entenderlo.

¿Pero qué pasa con las abejas cuando necesito un tiempo libre y estoy fuera? ¿Tengo que ocuparme siempre de ellas? ¿Y cuánto tiempo puedo dejarlos «solas»?

Lo bueno de las abejas es que no están totalmente domesticadas. Básicamente pueden cuidar de sí mismos, encontrar su propia comida, criar a sus crías y cuidar de su hogar. Al contrario, si abres las cajas de las abejas con demasiada frecuencia, molestas a los animales y les provocas estrés.

Sin embargo, no es tan sencillo. En nuestro mundo globalizado y artificial, el papel del apicultor es cada vez más importante para la supervivencia de las abejas. Muchas zonas se han transformado en desiertos agrícolas donde los monocultivos han desplazado la biodiversidad. El clima también está cambiando.

Los años muy secos o demasiado húmedos inhiben el correcto desarrollo de las plantas y las flores y reducen su producción de néctar y polen. Y las abejas están sufriendo el ácaro Varroa introducido, que causa grandes daños en la mayoría de las colonias. Sin apicultores bien formados y comprometidos, la abeja melífera pasaría por un mal momento.

Para cuidar lo mejor posible de mis abejas, primero tengo que conocerlas. Por ejemplo, sé que en invierno las abejas reducen mucho su actividad y que es mejor dejarlas tranquilas. Cuando hace más calor, llega la primavera y florecen las flores, la colonia cambia. En primavera tengo que cuidar que las abejas se desarrollen bien, tengan suficiente espacio y no estén enfermas, y que no enjambren.

A partir de marzo, acudo a ellos con regularidad y lo compruebo todo. Hasta alrededor de junio hay mucho que hacer, pero con las altas temperaturas del verano, mi trabajo cambia. Ahora tengo que asegurarme de que las abejas tengan siempre suficiente agua.

En otoño, cuando empieza a llover de nuevo, tengo que vigilar de cerca lo que ocurre con las abejas. Durante esta época se producen las abejas de invierno, que tienen que ser grandes y gruesas para sobrevivir a la estación fría. Si no tienen suficiente miel, puede que tenga que apoyarlos con algo de comida.

Para poder dejar en paz a mis abejas con la conciencia tranquila, planifico todo el año. Así sé cuándo tengo que hacer qué. Con cada año que pasa, mi experiencia, confianza y conocimientos crecen. Pero un buen apicultor entiende que estamos trabajando con una criatura compleja de la que podemos aprender a lo largo de nuestra vida.

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