Hace una semana estuve en un congreso de apicultura en Córdoba, la Expo Miel. Fue estupendo conocer por fin a otros apicultores en persona y conocer a gente nueva. Entre ellos había un joven apicultor que, como yo, también es un apasionado de los pájaros. Estaría bien integrarlo en mi proyecto, porque su filosofía encaja muy bien con la mía. Dos de mis compañeros apicultores, José y Ángel, también estaban allí. Básicamente fue un congreso agradable e informativo, que no se había celebrado los últimos años debido a Corona.

Menos agradable fue la conferencia de la tarde sobre el etiquetado de la miel. El año pasado hubo grandes campañas para etiquetar más claramente el origen de la miel. Con éxito. En España, los países de los que procede la miel deben figurar ahora en la lista. Esto suena muy bien al principio, porque facilita al consumidor la decisión de si quiere comer miel de China y Argentina o si es mejor comer miel española. Si mira las etiquetas de las mieles de los supermercados ahora, verá una lista: España, Uruguay, Ucrania, Cuba, Argentina, etc. Curiosamente, China no aparece en ninguna de estas listas, a pesar de que es el mayor proveedor de miel de España, con un 35%.

COAG, una organización agraria, que ha estado luchando por el cambio de la ley de etiquetado, trató de explicarnos lo que debió ocurrir. A través de diversas leyes a nivel europeo y español, los productos que provienen en un 51% de un determinado país pueden ser etiquetados de forma integral como tales. Esto significa que si el 51% de la miel procede de España y el 49% de China, esta miel puede venderse como miel española.

En mi opinión, la miel china es problemática por varias razones.

  1. El mantenimiento de las abejas por parte de una apicultura industrial china no es ciertamente muy bueno. Allí pueden desarrollarse enfermedades que también pueden llegar a nosotros a través de la globalización.
  2. La miel china es muy, muy barata. Cuesta poco más de 1 euro el kilo en el mercado mundial. Esto presiona el precio de la miel local y dificulta la competencia de los apicultores españoles.
  3. En China hay plantas de ultrafiltración (que, por cierto, están prohibidas en la UE). El polen se filtra en la miel, lo que disimula su origen. Sin el polen característico de la miel, es más fácil estirar el producto con jarabe de azúcar.

Ahora bien, pueden decir que esto no me preocupa, porque siempre compro mi miel de Marleen, donde se indica exactamente la procedencia de la miel. Por supuesto que me alegro, pero estas leyes no sólo se aplican a las mieles.

¿Cuántos productos compramos en el supermercado en los que simplemente desconocemos su origen y la industria tampoco tiene que declararlo con veracidad?

Cuanto más aprendo sobre la producción de alimentos y, al mismo tiempo, siendo yo mismo productor, más importante me resulta conocer a las personas que producen mis alimentos. Por supuesto, esto no siempre es fácil, pero hay suficientes tiendas pequeñas que conocen bien a sus productores y en las que se puede confiar.

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